Los romanos más pobres no probaban el pan, porque no tenían horno, empleaban su ración gratuita de grano para preparar gachas.
Para los romanos más ricos, el acontecimiento más importante era este, el banquete. Era un desfile de lechugas y puerros, atún adornado con huevos, ostras, pollo al horno, y ubres de cerda. El aperitivo más común estaba compuesto por huevos, y el postre más frecuente, por fruta.
Los romanos empleaban la frase Ab ovo usque ad mala, “desde el huevo hasta las manzanas”.
Cubrían las carnes y pescados con muchas salsas, la más popular era el garum, que los romanos introdujeron hasta en los rincones más alejados del Imperio. Luego se forraron vendiéndole la idea a Pescanova.
Muchas veces le añadían miel y vinagre, que le aportaba un toque agridulce.
En casa de Trimalción, uno de nuestros vecinos, se cocinaba un gran oso relleno de mirlos vivos que introducía en el comedor acompañado de perros de caza. El gran gourmet del siglo I, Apicio tiene una receta para cocinar anchoas sin anchoas. Vamos, como las aceitunas rellenas de anchoa, que no hay quien encuentre la anchoa por ningún lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario